Desde su descubrimiento en 2016, Proxima b, el pequeño planeta orbitando la zona de habitabilidad de nuestra estrella vecina, se convirtió en uno de los objetos más prometedores para la búsqueda de vida fuera de la Tierra. El planeta, de aproximadamente la masa de la Tierra y con una temperatura de equilibrio estimada compatible con la presencia de vida, ha sido el objetivo de muchos proyectos especulativos para el estudio de su atmosfera e incluso para el envío de misiones interestelares no tripuladas que pudiesen estudiarlo de cerca. Las condiciones de Proxima b parecían, a priori, adecuadas para la vida, pero parece que en realidad podría ser un lugar mucho más hostil de lo que se creía.

Proxima b podría ser un lugar mucho más hostil de lo que se creía
Es complicado establecer con propiedad el grado de habitabilidad de los planetas en la zona de habitabilidad de enanas rojas como Proxima. Su cercanía a la estrella hace que estén especialmente expuestos a la meteorología espacial. La intensa radiación ultravioleta y de rayos-X proveniente de la estrella puede hacer que el planeta pierda gran parte de su atmofera, convirtiendolo en una roca desnuda. Este no es necesariamente el destino de un planeta alrededor de una de estas estrellas, un campo magnético intenso podría proteger al planeta de esta radiación y preservar su atmosfera. Esto, claro, mientras el nivel de radiación ultravioleta y de rayos-X se mantenga en niveles normales.
Las estrellas, el Sol incluido, sufren continuas erupciones que lanzan grandes cantidades de energía al espacio. Durante estas erupciones, los niveles de radiación ultravioleta y de rayos-X aumentan. En nuestro caso, el campo magnético de la Tierra y la capa de Ozono nos protegen de la radiación emitida por el Sol durante estas erupciones. El campo magnético desvía una parte de la radiación, mientras que la capa de Ozono absorbe la mayor parte de la radiación restante. Esto no ocurre sin coste, a cada erupción fuerte que apunta hacia nosotros, se pierde parte del Ozono de la atmosfera, pero este se recupera con el tiempo.

El campo magnético desvía una parte de la radiación, mientras que la capa de Ozono absorbe la mayor parte de la radiación restante.
En el caso del Sol, estas erupciones son bastante habituales, pero de intensidad relativamente baja. No es el caso de todas las estrellas. No es el caso de Proxima. Proxima sufre erupciones mucho más intensas que las habituales en el Sol. En 2016 fue detectada una erupción tan intensa que hizo que, durante algunos minutos, el brillo de la estrella aumentase casi 70 veces, haciendola visible a simple vista. Una erupción similar en el Sol haría que fuese tan cegador que sería imposible estar al aire libre durante el tiempo que durase.

Una erupción similar en el Sol haría que fuese tan cegador que sería imposible estar al aire libre durante el tiempo que durase.
Una erupción como esta tendría efectos muy graves, pero no irremediables, sobre la capa de ozono de un planeta. En el caso de Proxima, la monitorización continua de la estrella nos ha enseñado que la estrella sufre al menos cinco erupciones extremas al año. La mayoría son mucho menos intensas que la super-erupción de 2016, pero siguen siendo suficientemente intensas para tener efectos duraderos sobre la capa de ozono. La intensidad de la radiación, y la frecuencia de las erupciones, es suficientemente alta para acabar con el 90% de la capa de Ozono en apenas 5 años. La superficie del planeta quedaría indefensa, a merced de la radiación ultravioleta y de rayos-X de la estrella. La existencia de vida en un lugar así, aunque no imposible, sería extraordinariamente complicada. Muy pocos tipos de organismos serían capaces de sobrevivir en un entorno así.
Ahora sabemos que Proxima b es un lugar más inhospito de lo que originalmente pensabamos. Este resultado es importante no solo para el estudio de Proxima b, sino el del resto de planetas orbitando alrededor de enanas rojas, que forman alrededor del 75% de las estrellas de nuestra galaxia. El violento comportamiento de estas estrellas hace que el estudio de su actividad sea clave de cara a poder cuantificar la posibilidad de existencia de vida en los planetas que giran a su alrededor.