Desde que se descubriese el primer planeta en órbita a otra estrella, hace ya más de 20 años, hemos descubierto la presencia de más de 3500 planetas fuera del sistema solar, formando más de 2000 sistemas alrededor de otras estrellas. Ahora, décadas más tarde del descubrimiento de ese primer exoplaneta, hemos encontrado los primeros indicios de la presencia de una luna en uno de esos lejanos mundos, y no es como ninguna luna de nuestro sistema solar.
Hemos encontrado los primeros indicios de la presencia de una luna en uno de esos lejanos mundos, y no es como ninguna luna de nuestro sistema solar
Kepler-1625 b es un planeta de la mitad del tamaño de Júpiter, detectado por el satélite Kepler hace dos años. Se encuentra a más de 8000 años luz de distancia de nosotros, en la constelación del Cisne, y orbita alrededor de una estrella similar al Sol. Kepler 1625 b fue detectado midiendo su tránsito delante de su estrella. Cuando el planeta cruza entre su estrella y nosotros, vemos una pequeña caída en el brillo de la estrella debida a la luz que tapa el planeta. El análisis de la curva de luz de Kepler indicó ya entonces que había algo inusual en este sistema. La curva de luz, que normalmente es muy similar de unos tránsitos a otros, mostraba cambios en los diferentes eventos, indicando que allí podría haber algo más.

Con estos datos en la mano, investigadores de la Universidad de Columbia, se lanzaron a obtener curvas de luz de más calidad de diferentes tránsitos con el telescopio espacial Hubble. Los datos de Kepler insinuaban la posible presencia de una luna en ese sistema, pero no eran concluyentes. Las medidas de Hubble, de precisión muy superior, reforzaron la hipótesis inicial.
En estos momentos dos líneas de evidencia apoyan la hipótesis de la presencia de una luna. La primera es que el planeta pasó delante de la estrella una hora antes de lo que debería. Las órbitas de los planetas son algo muy estable, no cambian de una a la siguiente. Normalmente los tránsitos ocurren exactamente cuando deben… salvo cuando otro cuerpo está alterando el movimiento del planeta. Un segundo cuerpo, moviendo ligeramente al planeta, puede hacer que el tránsito se adelante o atrase un poco. La segunda es la presencia de una pequeña disminución adicional del brillo de la estrella inmediatamente tras el tránsito. Esta disminución se debería a que, después de que haya pasado el planeta, una luna que le siguiese continuaría tapando durante unas horas parte de la luz de la estrella.
Dos líneas de evidencia apoyan la hipótesis de la presencia de una luna
La luna en cuestión no se parecería a las lunas que conocemos en el sistema solar. Esta luna tendría el tamaño de Neptuno, y seguramente se parecería mucho más al gigante gaseoso de nuestro sistema solar que a la Luna de nuestro planeta. Se trataría de una luna gigante gaseosa, sin una superficie sólida sobre la que posarse. Pese a que el planeta (y por tanto su luna) se encuentra nen la zona habitable de su estrella, la probabilidad de que su luna albergue vida es prácticamente nula.
Representación artística del exoplaneta Kepler-1625 b junto a su luna. Crédito: Dan Durda.
La probabilidad de que su luna albergue vida es prácticamente nula
En estos momentos, la hipotética luna de Kepler-1625 b sigue siendo un candidato. Los nuevos datos tomados en Hubble apoyan esta hipótesis, pero no es la única capaz de explicar los datos. La presencia de otros planetas en el sistema, o incluso la actividad de la propia estrella, podrían causar un efecto similar. El equipo de la universidad de Columbia, liderado por Alex Teachey y David Kipping, espera volver a observar pronto un tránsito de Kepler-1625 b para confirmar sus hallazgos. El próximo evento tendrá lugar durante la primavera de 2019.