Mañana es día de la mujer, día en el que en España está convocada una huelga feminista a nivel nacional, que está encontrándose con una oposición que hacía mucho que nos e veía en una huelga. Es posible que alguno piense ¿Y qué tiene esto que ver con la ciencia? Justo de eso es de lo que hoy escribo.
Al mundo de la ciencia le gusta verse a sí mismo como el paradigma de la meritocracia. Como un reino de objetividad donde las personas prosperan en base a su talento y esfuerzo, sin que ninguna otra variable entre en juego. El sexo o el género no son variables a tener en cuenta en el desempeño científico, solo el talento y el esfuerzo. Pero en la práctica los equipos de investigación están copados por hombres.
El mundo de la ciencia es un mundo plagado de machismo, pese a que durante mucho tiempo (y aún ahora) se haya negado a verlo. Los equipos están formados principalmente por hombres, los requisitos para acceder a plazas están diseñados para hombres (idealmente solteros, o acompañados de una pareja que no trabaje), y el ambiente en los centros de trabajo es hostil y paternalista hacia las mujeres.
Conforme se sube en la escala laboral, el porcentaje de mujeres se reduce de forma drástica. Durante la fase de carrera universitaria las mujeres alcanzan entre el 50 y 60% de los alumnos, al llegar a la fase de doctorado están en el 40-45%, en la etapa post-doctoral apenas llegan al 25% y cuando llega el momento de obtener contratos fijos apenas representan un 10-15%. En promedio un hombre que empiece a estudiar hoy Física tiene de 3 a 5 veces más probabilidades que una compañera suya, que haga sus mismos méritos, de acabar consiguiendo una plaza fija para investigar en algún momento de su carrera.
En mi corta carrera he trabajado en dos instituciones, de dos países diferentes, y esto se cumple a rajatabla. La universidad en la que trabajo ahora (Universidad de Ginebra) recientemente publicó un estudio confirmando este fenómeno (y muchos más, por desgracia) entre sus muros. La Real Sociedad de Astronomía (UK) publicó hace poco sus estadísticas, y ocurre lo mismo. La universidad de Lund (Suecia) lo mismo. En Canadá ocurre lo mismo. Es un problema global. Vayas donde vayas ocurre en mayor o menos medida.
En promedio, los artículos liderados por mujeres reciben menos citas (la principal medida para hablar del éxito de un artículo) que los liderados por hombre, y tienen menos probabilidad de ser publicados. Las propuestas de presupuesto o tiempo de observación, lideradas por mujeres, obtienen menos financiación y tiempo de observación que las lideradas por hombres. Un puñado de experimentos, con textos idénticos bajo nombres ficticios de hombre y de mujer, encontraron que ante exactamente el mismo trabajo, con la única diferencia del nombre de pila, la valoración que se hacía del trabajo era muy diferente. Los textos con autor masculino se consideraban más «creíbles y competentes», mientras que bajo autor femenino se consideraban más «humanos». Recordemos, mismo texto cambiando solo el nombre de pila del autor.
Las mujeres también obtienen, en promedio, peores cartas de recomendación que sus compañeros. Valorando características ajenas a su profesión por encima de las características consideradas profesionales. De este fenómeno conozco algunos casos, donde en una carta de recomendación para una mujer se resaltaron sus cualidades humanas, su espíritu colaborativo y su bondad, pero se dejaron de lado su trabajo y sus competencias.
Del mismo modo que en Hollywood están apareciendo ahora muchos casos de acoso sexual, en el mundo de la astronomía lleva ocurriendo desde hace varios años. Uno de los casos más flagrantes estuvo el de Geoffrey Marcy, en la universidad de Berkley. Marcy es uno de los nombres más importantes de la búsqueda de exoplanetas en Estados Unidos. En 2015 se hicieron públicas varias acusaciones de acoso sexual a estudiantes de la universidad, y eso llevó a descubrir que la universidad llevaba años tapando muchos otros casos. A raíz de ese aparecieron muchos otros, en muchos países. El último caso grande ocurrió en Suiza, y acabó con un centro de investigación de Zúrich desmantelado y sus directores a la espera de juicio.
En un estudio hecho en la Universidad de Uppsala, encontraron que alrededor del 30% de las estudiantes de doctorado había sufrido acoso sexual tanto en su centro como en conferencias, y evitaba de manera consciente encontrarse a solas con determinados compañeros. Entre los hombres la opinión generalizada es que no existía ningún problema, incluso cuando un 15% de ellos admitía haber entorpecido de manera deliberada el trabajo de sus compañeras.
En la Universidad de Ginebra en los últimos años se hizo un estudio para intentar ver como estaba la situación, y sus conclusiones fueron muy preocupantes. Eso hizo que en diciembre pusiesen en marcha una campaña contra el acoso sexual en todos los centros de la universidad, que está encontrándose bastante oposición entre los hombres que trabajan en la universidad.
Muchas de mis compañeras han sufrido acoso. Muchas de ellas reciben comentarios desagradables todos los días. Muchas son tratadas como trabajadoras de segunda. El ambiente es muchas veces tan hostil, y está tan extendido entre diferentes instituciones y países, que hace que muchas decidan abandonar la ciencia. Estas actitudes están muy generalizadas entre los investigadores veteranos, pero no han desaparecido en los jóvenes.
En los últimos años, en toda Europa, se están haciendo esfuerzos para cambiar las cosas, principalmente liderados por grupos de mujeres hartas de esta situación. Sin embargo estos programas se están encontrando con mucha resistencia, y en muchas ocasiones con el silencio por parte de las autoridades de los centros de investigación, más preocupados en evitar la intervención de los medios que en solucionar los problemas.
Por estas cosas, y muchas más, huelgas como la de mañana son una necesidad. Hay mucho trabajo por hacer.
Si alguien está interesado en seguir indagando, dejo aquí el link a una charla muy interesante, que incluye entre otras cosas fuentes a algunos de los datos que he dado a lo largo del texto.
What does gender have to do with science? – Tomas Brage (Universidad de Lund)