La mayor parte de las grandes noticias en el campo de los exoplanetas suelen estar relacionadas con planetas similares a la Tierra. Planetas de tamaño y masa similares al nuestro, situados en las zona habitable de su estrella, y en ocasiones acompañados de otros, formando sistemas planetarios. Planetas para los que existe la esperanza de, algún día, estudiar si son o no capaces de albergar vida. Pero estos no siempre son los más interesantes. En ocasiones encontramos otros planetas, muy diferentes al nuestro, que nos ayudan a mejorar nuestro entendimiento de la formación de sistemas planetarios, y de nuestro propio Sistema Solar.
En ocasiones encontramos planetas que nos ayudan a mejorar nuestro entendimiento de la formación de sistemas planetarios, y de nuestro propio Sistema Solar.

El descubrimiento del planeta K2 – 229b, presentado durante la tarde de ayer y publicado en la revista Nature Astronomy, responde a este último caso. Se trata de un planeta que, pese a tener un «tamaño» similar a la Tierra, en realidad se parece muy poco a esta. Su masa es más de 2 veces la de la Tierra, haciendo que su densidad se parezca a la de Mercurio. Gira alrededor de su estrella con un periodo de apenas 14 horas, lo que lo mantiene todo el tiempo a más de 2.000 grados centígrados. Su estrella, ligeramente más fría que el Sol, pero similar en edad, alberga además otros dos planetas (K2 – 229c y K2 – 229d), de mayor tamaño que K2 – 229b, pero de los que no se conocen aun las masas.
En la Tierra, Marte o Venus, aproximadamente el 30% de la masa se debe al núcleo metálico, mientras que el 70% restante se debe al manto y la corteza de silicatos. Para Mercurio la situación es la opuesta, solo el 30% de su masa se encuentra en su manto y su corteza, mientras que su núcleo metálico abarca el 70% de la masa total del planeta. El recién descubierto K2 – 229b se asemejaría a Mercurio en su composición y estructura interna. Esta similitud da pie a preguntarse si estudiando este planeta podemos comprender mejor por qué Mercurio es tan diferente del resto de planetas rocosos del Sistema Solar. Una hipótesis propuesta para explicar la falta de silicatos en ambos planetas, es la de que al encontrarse tan cerca de su estrella, es probable que la parte mas externa del planeta se haya volatilizado, formando una atmósfera de vapores de silicatos. Esta atmósfera con el tiempo se habrían perdido en el espacio, dando como resultado la situación que nos encontramos hoy en día.
K2 – 229b tiene un tamaño ligeramente mayor que la Tierra, pero más de dos veces su masa.
El sistema planetario K2 – 229 fue descubierto usando los datos del observatorio espacial Kepler, tomados durante verano de 2016, y más tarde confirmado tomando datos de velocidad radial con el espectrógrafo HARPS, en el Observatorio de La Silla (Chile), durante 2017. Para asegurarse de que las imágenes no estuviesen contaminadas por estrellas cercanas, se tomaron imágenes en el observatorio de Calar Alto, en Almería. Existe aun la posibilidad de que existan más planetas en el sistema, pero para encontrarlos serán necesarias nuevas campañas de observación, y quizá la llegada de una nueva generación de instrumentos.
El descubrimiento de exoplanetas diferentes de la Tierra nos ayuda a expandir nuestra visión sobre los sistemas planetarios, y a ir dando pasos hacia comprender sus mecanismos de formación. En casos como este, además, pueden aportar claves para entender mejor algunos planetas de nuestro Sistema Solar.
An Earth-sized exoplanet with a Mercury-like composition (Nature Astronomy 2018)